Comentario
El acorazado de bolsillo alemán Graf Spee, 14.000 toneladas de desplazamiento equipado, 28 nudos de velocidad punta y un formidable armamento inició su vida como corsario el 3 de septiembre de 1939. Lo mandaba el capitán de navío Hans Langsdorff, de 43 años y gran prestigio en la marina.
Este buque fantasma recorrió el Atlántico de norte a sur, donde estableció su centro de correrías, actuando preferentemente sobre las rutas marítimas que desde Asia, África y América se dirigen hacia Gran Bretaña. En cien días de actuación en estos escenarios, con una incursión en el Índico para despistar a siete grupos navales anglofranceses que le perseguían, hundió nueve mercantes con un desplazamiento bruto aproximado de 50.000 toneladas.
En esa dilatada singladura corsaria, Langsdorff dio muestras de gran astucia y capacidad, burlando una y otra vez a sus perseguidores, y se granjeó el respeto de sus enemigos pues ni un sólo marinero murió en los buques mercantes atacados por él.
El 13 de diciembre, acechaba Langsdorff la ruta de los mercantes británicos, cuando hacia las seis de la mañana sus vigías dieron la voz de alarma; tres buques a poco más de 20 millas de distancia. El Graf Spee se hallaba frente al gran estuario del Plata, a unas 280 millas de Punta del Este.
El capitán alemán creyó que se trataba de un crucero y dos destructores, que protegían la andadura de un convoy de mercantes. Langsdorff ordenó zafarrancho de combate a las 6,20 de la mañana y abrió fuego con sus cañones de 280 mm. sobre los tres buques enemigos, que realmente eran los cruceros ligeros Ajax y Achilles y el crucero pesado Exeter, mandados por el comodoro Hartwood
El Gran Spee alcanzó pronto al Exeter, que en una hora encajó siete impactos de 280 mm. y padeció un constante ametrallamiento. A las 7 de la mañana debía abandonar el combate con todas sus torres inutilizadas y a muy escasa velocidad, pues tenía muchas vías de agua.
Pero mientras los dos buques grandes se cañoneaban, el comodoro Hartwood, logró acortar distancias con sus dos cruceros ligeros, cuya artillería de 152 mm, acertó numerosas veces al acorazado de bolsillo, causándole numerosos daños superficiales. Pero dos impactos consecutivos del Graf Spee desmontaron la mitad de la artillería al Ajax. A las 7,30, a sólo 4 millas de distancia, el buque alemán podía disparar más del doble que sus dos oponentes juntos, con la particularidad que sus granadas taladraban a 1os británicos como si fueran de lata, mientras que estos no dañaban la obra viva, ni las torres blindadas del acorazado.
A las 7,38, el Ajax perdía sus mástiles y antenas y su obra muerta era una criba. El comodoro Hartwood ordenó retirada, tratando de salvarse in extremis. ¡Cuál no sería su asombro cuando vio que el corsario alemán se alejaba, sin perseguirles ni dispararles!
Lo que queda de la historia es un completo misterio. Ese día, sin que difiera ninguna voz autorizada, Langsdorff pudo echar a pique a los tres cruceros británicos y, en vez de perseguirles cuando eran fáciles presas, se internó en Montevideo, tratando de reparar sus daños, tarea estimada en dos semanas. No autorizó el gobierno uruguayo tan dilatada estancia pese a las ciegas presiones de la embajada alemana. El día 17 sacó Lansdorff su buque del puerto y lo barrenó en el estuario del Río de la Plata. Increíble victoria británica, que ese día sólo podía oponer al poderoso buque alemán dos pequeños y heridos cruceros. Langsdorff, desequilibrado por tan prolongada estancia en el mar, por el intenso combate, por su error inicial de haber entablado aquella batalla, por unas pequeñas heridas sufridas en su curso, cometió un error tras otro, hasta su suicidio el 20 de diciembre en Buenos Aires.